ICÓNICA SAN MIGUEL
Los artistas y aventureros que crearon el mito cultural de Ibiza comprendieron que su misterioso poder ancestral corría el riesgo de sucumbir al turismo y la industrialización. Gracias en parte a sus barreras naturales y a la resiliencia intrínseca de la isla, el norte ha conseguido preservar gran parte de sus tesoros y ofrece una fascinante visión del rico pasado de Ibiza y su imperecedero espíritu.
Puerto de San Miguel, con su pintoresca playa en una cala rodeada por acantilados cubiertos de exuberantes pinares, es un perfecto ejemplo de esta especial combinación de historia y belleza natural. Antiguamente fue un bullicioso centro pesquero y agrícola, pero también un bastión de contrabandistas que buscaban refugio en las escondidas calas de Can Marçà. Esas mismas calas, cuyas espectaculares formaciones rocosas fueron testigos del fascinante pasado de la isla, continúan invitando a la exploración y despertando la curiosidad. Los relatos de esos intrépidos contrabandistas, que surcaban las procelosas aguas al amparo de la oscuridad, añaden un halo de misterio al atractivo de la zona.
En 1971, las colinas circundantes presenciaron un ambicioso experimento de vida en comunidad y arquitectura alternativa con la aparición de una «ciudad instantánea». Este efímero asentamiento, construido básicamente con estructuras hinchables, atrajo a personas de todo el mundo que cuestionaban los conceptos convencionales de sociedad y planificación urbana. Aunque duró poco, este experimento tuvo un profundo impacto y confirmó la reputación del norte de la isla como refugio para quienes buscan formas de vida alternativas.
Sin embargo, el atractivo del norte se remonta mucho más allá de su pasado reciente. Los fenicios, seducidos por la belleza natural de la isla y su posición estratégica, se establecieron en Sa Caleta ya en el año 654 a.C., dejando tras ellos restos de su antigua civilización. Las macizas torres de vigilancia que salpican la cosa se alzan como guardianes silenciosos que susurran historias de ataques piratas y feroces batallas. En los años 60 y 70, el norte se convirtió en un verdadero imán para el movimiento hippie. Con sus solitarias playas y su atmósfera relajada, fue el marco perfecto para la expresión contracultural. Aunque se ha debilitado con el tiempo, este espíritu bohemio sigue estando muy presente en la región, como demuestran su arte, su música y su tranquilo estilo de vida.
Los preciosos pueblos norteños, como Sant Joan de Labritja y Sant Carles de Peralta, con casas encaladas, bulliciosos mercados y fiestas tradicionales, todavía permiten conocer la auténtica vida ibicenca. Con su mercado dominical, Sant Joan es un activo centro de artesanos locales y agricultores ecológicos, mientras que Sant Carles, conocido por el histórico bar Anita, rezuma un encanto bohemio y sosegado. La cercana cala de Benirrás, famosa por sus impresionantes círculos de tambores al anochecer, es un símbolo del lado más artístico y espiritual de la isla.
Es en estos rincones del norte donde historia, naturaleza y cultura se cruzan para que puedas disfrutar de Ibiza en su máxima expresión. Aquí el tiempo parece pasar más despacio y te permite conectar con las raíces de la isla, disfrutar de su belleza natural y descubrir una forma de vida que aprecia la creatividad, la comunidad y una profunda conexión con la tierra.